miércoles, 4 de enero de 2012

Sonrisas y lágrimas

En ocasiones, es difícil vislumbrar a la luz de la cordura aquello que nos presenta la realidad. El terror provoca hilaridad y la alegría provoca llanto, el amor provoca celos y la generosidad provoca envidia. En demasiadas ocasiones, la sonrisas se tornan lágrimas.

Sirva esto para introducir una máxima de mi vida: Me acojonan los payasos. No es cosa del Circo, el Circo me produce una sensación de angustia lastimera. Un león sarnoso cuya carne no aprovecharían ni en el Chino de la esquina, una carpa de andrajos mostosos que dan polvoriento testimonio de los más recónditos lugares del pais, carteles y anuncios provenientes de una era pasada... todo plagado y aderezado de los más selectos especímenes de moscas, chinches y garrapatas. Tampoco se trata de los programas de Milikito (aunque sinceramente... hubieran podido ser razón suficiente). Ni siquiera se trata de sobredosis literaria/cinematográfica de clowns siniestros, vease el Joker de Batman, el Hombre que Rie (Victor Hugo) o It (Stephen King). No, se trata de algo más.




Admito tener un bagaje propio de aprensiones hacia los payasos, ese maquillaje que dibuja una falsa sonrisa sobre un rostro que no llegas a adivinar, esa sensación postiza de un hombre que siempre es feliz, chistes y gracias artificialmente oficiosas... lo único que me gusta de los payasos es que por lo menos, tanto colorido bullanguero los hace fácilmente reconocibles. Así pues, si aceptas un consejo, cuando veas uno, corre como alma que lleva el diablo y no te pares jamas a mirar atras.

Como decía, no se trata de mis fobias congénitas. Es otra cosa. Se trata de realidad, pura y dura. Y como suele pasar, la realidad supera a la ficción. La razón se llama: John Wayne Gacy.

Les pongo en antecedentes. Nacido en Illinois (1942) y tras una infancia jodida. Este tipo acaba instalándose en un barrio de Norwood donde se labra una reputación como vecino ideal (afable, bonachón, trabajador...) sus fiestas llegan a convertirse en uno de los eventos más comentados y apreciados de todo el vecindario, en estas fiestas, Gacy se viste de payaso y entretiene a los niños con un espectáculo entrañable. Todo muy idílico, si no hubiera sido porque en sus ratos libres, este señor se dedicaba a maniatar, sodomizar y estrangular a todo tipo de jovencitos y niños. Curioso que sumidos en una ola de desapariciones, nadie sospechara del extraño olor que expedía el jardín de Gacy. Hasta 33 cuerpos dieron fe de los métodos de nuestro payaso. Una función circense que acabo el 22 de diciembre 1978 con Johnny confesando sus pecados y con la mas espeluznante colección de cadáveres y utensilios de tortura extraídos de su casa.

Pocas cosas hay más acojonantes en este mundo, que contemplar las fotos de Gacy vestido de payaso. Ese gesto enfermizo y malévolo tras una mascara de brillantes colores. Esas pupilas alucinadas totalmente eclipsados por globos de brillantes colores. Confeti para los sentidos absorbiendo la sangre del crimen. Un caleidoscopio de colores que matiza la realidad.

Por eso, cada vez que veo un payaso, me entra el canguelo. Porque recuerdo a Gacy, y Gacy siempre te recuerda que una máscara solo muestra una porción ínfima. Que tras una máscara siempre hay otra cara y algunas de ellas no son humanas. Y lo peor de todo, y más terrorífico del tema no son los payasos como Gacy... sino aquellos que ya no llevan el traje.


"Besadme el culo" - Ultima frase de Gacy antes de ser ejecutado